07 marzo, 2010

El poema Reflexión




¿Sabías qué?

Hermann Hesse [1] escribió un poema que hasta el día de hoy sigue siendo leído e interpretado de diferentes maneras. El mismo Hermann Hesse dice  “es natural que cada persona interprete como mejor quiera este poema Reflexión” (Carta a uno de sus lectores escrita en agosto de 1934. Mi Credo, p. 104. Editorial Bruguera S.A. Barcelona (España), 7ª edición, 1981. Los siguientes versos del poema también fueron tomados de este mismo libro, pp. 103-104).

Divino y eterno es el espíritu.
Hacia él, del que somos obra e imagen,
Va nuestro camino; nuestro mayor anhelo es:
Ser como El, caminar en su Luz.

Pero somos mortales, hechos de barro,
La inercia de una pesada carga nos abruma,
Y aunque nos abriga, cálida y maternal, la naturaleza,
Nos amamanta la tierra, nos da cuna y sepultura,
Y nos invita a permanecer entre sus flores,
La naturaleza no nos da la paz,
Su hechizo maternal es atravesado
Por la perentoria chispa del espíritu inmortal
Que, como un padre, convierte en hombre al niño,
Anula la inocencia y nos despierta a la lucha y a la consciencia.
Así, entre la madre y el padre,
Así, entre el cuerpo y el espíritu,
Vacila el hijo más frágil de la creación,
El hombre de alma temblorosa, capaz de sufrimiento
Como ningún otro ser, y capaz de lo más alto:
El amor que espera y confía.

Arduo es su camino, pecado y muerte, su alimento,
A menudo se pierde en la oscuridad, a menudo
Preferiría no haber ser creado.
Pero sobre él resplandece siempre su misión,
Su destino: la luz, el espíritu.
Y sentimos: es él, el acosado por el peligro,
A quien ama el Eterno con amor singular.
Por ello, para nosotros, hermanos pecadores,
Es posible el amor en toda desunión,
Y no es el juicio y el odio,
Sino el amor paciente,
La paciencia amante,
Lo que nos conduce hacia la sagrada meta.

En relación a Reflexión, el mismo poeta dice:
“Yo, es decir, mi poema califica al espíritu de ‘divino’ y ‘eterno’, o sea, el poema entiende por espíritu lo que entienden desde hace tres mil años todas las filosofías espirituales: la sustancia divina. Es divina, pero no es Dios, aunque existen religiones que le dan este nombre.” [2]






[1] Nació en Calew, Württerberg, Alemania, en 1877. De familia muy religiosa, se rebeló muy pronto contra la rigidez que le era impuesta y huyó de casa instalándose en Basilea. En 1911 viajó a la India. Durante la Primera Guerra Mundial se trasladó a la Suiza Meridional. En 1946 recibió el Premio Nobel de Literatura. Falleció en Montagnola, Ticino, Suiza, en 1962.
[2] Lo dice en la misma carta ya señalada, p. 105.

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