¿Sabías qué?
Hermann Hesse (1877 – 1962), famoso novelista, autor de historias cortas, ensayista, poeta, pintor de hermosas acuarelas, nos legó un ejercicio de autoayuda:
“He podido experimentar que la mejor ayuda externa para llegar a un estado de concentración y serenidad interior reside de hecho en los ejercicios respiratorios (…). Practique usted ejercicios respiratorios, tal como lo conoce cualquier buen fisioterapeuta, y procure no forzar nunca la inspiración, sino sólo la expiración. De otro modo se perjudicaría. Lo esencial en los ejercicios respiratorios es no preocuparse de nada que no sea respirar lo más profundamente posible, concentrarse en esta única función. Es una gran ayuda. Ayuda a ganar distancia de lo actual, prepara para la serenidad, para la concentración. Y si añade a estos ejercicios un acto de imaginación, si quiere darles una interpretación, un contenido espiritual, imagínese que no respira aire, sino que a Brahma, que con cada aliento inspira y vuelve a expirar algo divino…
Tanto si llega o no lejos con sus ejercicios, alcanzará, si lo practica en serio, a un estado de ánimo que nosotros los occidentales sólo somos capaces de sentir en la plegaria religiosa o en la entrega a la belleza. Ya no respirará solamente aire, sino el Todo, a Dios, y experimentará, no por los caminos intelectuales, sino por caminos corporales e inocentes, algo de la libertad, piedad y bienaventuranza de la entrega y la distensión de la voluntad” (Fragmento de una Carta escrita en el año 1950. Mi Credo., pp. 152-153. 7ª edición. Editorial Bruguera S.A. Barcelona (España). 1981 / Lo destacado en letras cursivas es mío.
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