08 marzo, 2010

Don Diego de la Noche




¿Sabías qué?





A la flor llamada “Don Diego de la Noche” (Oenothera aucalis Cav), reviste un antiquísimo y universal simbolismo.

“Sus flores, de radiante blancura que al anochecer parecen emitir luz propia, tienen un diámetro de 8 a 10 cms. Se la encuentra en Chile de agosto a marzo, tanto en la cordillera como en la costa, desde Coquimbo a Chiloé. Su raíz es gruesa y profunda.
Quien tenga alguna sensibilidad al sutil efecto de un símbolo, en contacto con la presencia luminosa del “Don Diego de la Noche”, podría intuir algo de la inefable existencia de una realidad superior.

Por su forma, esta flor es una imagen arquetípica del alma, es un símbolo del centro.
El hombre es tal vez el producto más misterioso de la tierra.
Está arraigado en la oscuridad de su mundo subterráneo con una gran parte de su ser: el inconsciente. Sólo gracias a las energías contenidas en su profunda raíz, puede mostrar la blanca flor de su conciencia. Entre todos los seres vivos solo al hombre le es dado despejar poco a poco la oscuridad de su arraigo en la tierra.

El simbolismo de la flor es antiquísimo y universal. Recordemos el símbolo oriental del loto; así como esta flor se arraiga en la oscuridad del fango y sólo se abre después de haberse elevado sobre la superficie del agua, así también se despliega el espíritu nacido en el cuerpo, sólo después de haber vencido los turbios torrentes de las pasiones y de la ignorancia” (Grupo Editorial. La Profundidad Natural del Hombre, de Wilson Van Dusen. Cuatro Vientos Editorial, 4ª Edición, Santiago de Chile, 1990).







El Prologo de este libro lo escribió Helena Jacoby de Hoffmann, más conocida en Chile por Lola Hoffmann (1904-1988), allí podemos leer: “El individuo moderno se ha extrovertido gracias a sus múltiples actividades y su pensamiento lógico-discursivo, de manera que toda su existencia transcurre en un plano periférico. Mientras más le niega a un poder superior el derecho de admisión tanto más caótica se torna su vida: muy raras veces conoce su propio destino; vive de una manera espasmódica, petrificada, paralizada” (Id., p.13).


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