10 marzo, 2010

Un iniciado


¿Sabías qué?




Hay un pequeño gran libro titulado La Iniciación del Dr. Eduardo Alfonso (1896-1991), él mismo reconocido como un gran iniciado. Bajo el subtítulo, Iniciar es comenzar, sus primeros párrafos son:

“Un iniciado no es un hombre perfecto, sino uno que ha comenzado el camino de superación en cualquier aspecto de la vida y se encuentra más o menos avanzado en su camino [1].

Es decir, el hombre iniciado ha dejado de ser una nave sin timón, juguete del mar proceloso formado por las circunstancias de la vida, para ser un individuo que quiere y sabe  hacia dónde va. Es el forjador consciente de su Destino futuro, por medio de una disciplina que gobierna las tendencias de su naturaleza egoísta o personal.

Todo hombre que cultiva un ideal, es en cierto modo un iniciado. Y esto es verdadero hasta en el aspecto más burdamente materialista. El que quiere ser un buen boxeador se ve obligado a seguir una disciplina referente a alimentación, ahorro sexual, descanso, entrenamiento, morigeración de costumbres, represión de ciertos vicios, etc., que supone el sacrificio de los deseos y caprichos de la naturaleza instintiva y pasional, en aras de una finalidad que ha trascendido de cierta manera y se sobrepone al egoísmo personal” (La Iniciación, pp. 7-8. 6ª Edición. Editorial Kier, S.A. Bs., As., Argentina, 1984).

Desde otra perspectiva, porque el fin es el mismo, se trata de comenzar y avanzar para ser cada vez una  persona mejor, gracias a una buena educación y autoeducación. Y contamos con la ciencia y metodología para ir logrando progresivamente este fin. El fin del Humanismo y de la Iniciación ha sido siempre la consecución de la virtud, o sea, del dominio de la naturaleza inferior o instintiva por la naturaleza superior o espiritual. Y todo ser humano si quiere y sabe hacia dónde va puede ir lográndolo.





[1] El camino, el sendero, el tao, el sinto.., que todo es lo mismo, expresa la ruta esforzada y progresiva de ascenso espiritual.

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