05 mayo, 2010

El testimonio de vida de un gran científico y educador


 ¿Sabías qué?

"Pensar exige un esfuerzo físico y genera fuertes emociones; entre ellas, la alegría de descubrir" (I, Saavedra G.).


Foto:  Alex Valdés


 Es como El Ajedrez:



Deseo compartir contigo un testimonio de vida, se trata de Igor Saavedra Gatica, que es un destacado científico e intelectual chileno. Es Ingeniero civil eléctrico titulado en la Universidad de Chile y Doctor en física teórica, postgrado que obtuvo en la Universidad de Mánchester; en el año 1999 fue declarado profesor emérito de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. En el año 1981 había recibido el Premio Nacional de Ciencias de Chile por sus trabajos en física teórica. Formó a la primera generación de físicos chilenos iniciando la docencia e investigación de esa área en nuestro país. En el año 2005 le fue entregada la medalla Rector Juvenal Hernández Jaque por su sustancial labor en docencia, investigación y extensión.

Igor Saavedra Gatica da su batalla vigorosa contra una enfermedad “incurable” y mira la existencia desde ese pedestal. Hace algunos días, escuché una entrevista que le hicieron en la Radio Universidad de Chile, Igor Saavedra contó, más o menos, dijo: ya han pasado 20 años desde que me dijeron que padecía una enfermedad incurable. Me hice la pregunta ¿Por qué en Oriente, China y otros países, sus tecnologías han logrado tanto sin poseer nuestra ciencia occidental? La Acupuntura y otras tecnologías orientales me han ayudado y aún sigo aquí.

Ya hace varios años también  le hicieron  una entrevista,  cuando tuvo que alejarse de las aulas de la Universidad de Chile por su enfermedad. A continuación, comparto con ustedes ,sus palabras que tienen un gran contenido educacional y valórico. En mi opinión,  constituyen un testimonio de vida.

Uno de sus discípulos, también Premio Nacional, le celebra sobretodo a  Igor Saavedra que llevó la física chilena a un alto nivel.

Igor Saavedra expresa:

“En el curso de mecánica cuántica yo le decía a mi alumnos, si yo soy capaz de resolver estos problemas, ustedes tienen que serlo también. Los alumnos tenían que ser mejores que yo. Es la idea, es la razón de mi vida, ¡Tener gente mejor que yo!”.

El profesor Saavedra jubiló a los 65 años, al respecto manifestó:

“Porque siempre dije que lo haría, para que un joven tomara mi lugar. Yo decía la Universidad no puede envejecer, tiene que ser joven para poder pensar, para estar al alcance de los tiempos.”

A la pregunta de si continuó haciendo clases, su respuesta fue:

“Al final me retiré. No podía soportar la idea de la universidad-negocio. Yo me había jugado el pellejo por la universidad, en muchos ámbitos, contra muchos adversarios. No tenía más fuerzas.”

Saavedra no acepta una universidad donde el sueldo se paga para que “ellos” – los dueños, el Estado – les fijen a los profesores el ámbito de trabajo. Solamente acepta afirmando:

“Que te paguen tu sueldo para que pienses”.

Cree que los fondos de investigación de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) no deben pagar los sueldos de los profesores.

A la consulta: “¿Pero hoy la ciencia se hace en colaboraciones?”, responde:

“Tengo la sensación de que la ciencia es hoy salir en los diarios. Es más importante que un buen ‘paper’. El diario te da poder, permite obtener subsidios a la investigación, ser dueños de otra gente.” Entonces, a raíz de lo mismo, le preguntan:

 “¿Qué hacer?”.

Responde como un verdadero académico universitario:

“Generar ideas. Y enseñarle a los jóvenes la belleza de pensar, esa cosa interna que ‘permea’ todo, el placer de leer un trabajo que aborda lo mismo que uno trata de hacer, ¡Pero que es tanto más inteligente!”.

Riéndose, Igor Saavedra habla de la alegría de descubrir:

 “Yo compartía esa alegría con los alumnos. Tú te metes dentro del asunto. Es lo que tú amas. Bueno, eso era la otra Universidad.”

“¿Cuál será el secreto?”.

Responde:

 “Yo me impresioné mucho en Manchester. Fui a tomar té a una sala de profesores. Y en un papelito mugriento en la pared, decía: ‘En esta sala, Rutherford descubrió el núcleo atómico’. ¡Casi nada! [1]

Le preguntaron “¿Cuando regresó a Chile?”.

El profesor Saavedra cuenta:

“Yo era un de 30 años, usaba cuello subido, sandalias, una bufanda larga, ‘montgomery’. Mis alumnos me comenzaron a preguntar dónde se conseguían. Uno hacía un impacto distinto. Había alumnos que hablaban como yo, con un cierto acento, había vivido cinco años en Inglaterra. Imitaban mi peinado.”

Y viene la pregunta:

“¿Eso es más que enseñar?”.

Las siguientes palabras de don Igor ponen de relieve su rol de gran educador:

“No puedo hacer algo que no sea válido desde el punto de vista ético; estos muchachos me van a copiar, y yo voy a ser responsable de ello, me dije. Eres un modelo para la gente joven. Y si no, no puedes ser profesor.”

Como dijimos, esta entrevista se la hicieron ya hace unos 20 años, lo que debemos tener en cuenta porque le preguntaron:

“¿Y qué papel tiene Internet?

 Respondió:

“Yo no sé manejarme con Internet ¡porque no quiero! No tengo correo electrónico, celular. Me bajé del mundo, pero entiendo que si quiero ser profesor hoy día, tengo que meterme en eso. Guiar a los alumnos. Y darles información que está ahí, de lo que se ha vivido: lo que siento, más que lo que pienso. Ésa es la tarea del maestro; el maestro es indispensable.”

A propósito de uno de los conflictos de esa época en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, expresó, por así decirlo, lo que es parte de su cosmovisión valórica tanto del quehacer académico como de la convivencia humana:

“No se hacen ciertas cosas. Hay una contradicción intrínseca; tomarse la Facultad para imponer una medida ¡En Derecho! Se supone que en Derecho las cosas se piensan más, se actúa en Derecho. Yo pienso que una de las cosas esenciales de la Universidad es el respeto mutuo. El respeto de profesor a profesor, de colega a colega; el respeto de alumno a profesor, de profesor a alumno. Si no nos respetamos mutuamente, no hay comunicación inteligente posible. Y eso afecta a la Universidad.” [2]

Por último, en esta antigua entrevista, le consultaron:

“¿Qué necesitamos?”.

“La tradición. Yo he llegado a la conclusión, después de tantos años de batallar, de que nos faltan unos 500 años para ser lo suficientemente cultos como para entender lo obvio. Pero no antes de 500 años. Aún vivimos en las cosas superficiales: el ¿Quién te dijo eso? Lo esencial, el mirar a los ojos, de ‘El Principito’, no se ve. La gente se va por caminos laterales, por las ramas. Las cosas de fondo no se quieren tocar, o no se pueden tocar, o no se ven.”

“¿Y esa cosa de fondo es pensar?”

Igor Saavedra Gatica:

“¡Tan simple como eso!”.







[1] Ernest Rutherford, barón Rutherford de Nelson (1871-1937), fue un físico y químico neozelandés.
[2] Cf. Jorge Millas, “La Misión de la Universidad” en La tarea intelectual, Editorial Universitaria, S.A. Santiago de Chile.

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