¿Sabías qué?
Lamentablemente, algunos humanos por ser incultos u ociosos[1], sólo saben expresar disgusto haciendo reír, porque no son capaces de comprender. De ahí que, a su vez, son incapaces de hacerse agradecer una enseñanza seria o un acto fecundo.
La vida y obra de Sócrates (470 a. de C. – 399 a. de C.), es un ejemplo de lo anterior. Recordemos algunas de sus frases célebres:
“La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.”
“Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia.”
De Sócrates, incultos y ociosos, se rieron por ser ignorantes e incapaces de hacerse agradecer una enseñanza seria o un acto fecundo.
[1] Ocio, del latín otĭum, en su acepción: “cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad” (RAE. Diccionario de la Lengua Española, 2001).
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